El vendedor del tiempo
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¡o tengo tiempo! ¡Me falta tiempo! ¡El tiempo vuela! ¡Tengo el tiempo ajustado!, etc., eran algunas de las expresiones que a diario se oía en la ciudad "Máxima Velocidad". Ya se pueden imaginar que la gente caminaba muy de prisa, hablaban casi nada, desayunaban y almorzaban caminando, entre otras cosas más. Sin embargo, quedaban algunos que todavía les alcanzaba algo de tiempo para detenerse un rato en una plaza o parque a mirar cómo un hombrecillo sacaba de su maletín unos sobres con un polvo verde, para luego explicar lo siguiente: "Esto es un preparado hecho a base de cien hierbas traídas desde la sierra, selva, China y la India. Se toma en ayunas, durante treinta días, luego se verán resultados sorprendentes como, por ejemplo que te sentirás muy, muy relajado, con ganas de hacer tus cosas y con menos esfuerzo de lo acostumbrado, pero sobretodo tendrás ¡tiempo, tiempo!, tiempo de sobra para divertirte, salir a pasear en familia, contemplar la luz del sol, criar a una mascota, viajar por el mundo y principalmente dormir como un bebé…" Apenas terminó de mencionar las propiedades del "milagroso producto" y sin averiguar el precio, varios de los que estaban allí gritaron: "¡Dame uno!" Ya eran las doce del mediodía y casi había vendido doscientos sobres. Al día siguiente la gente lo esperaba para comprar más preparados para regalar a sus familiares y amigos. A la semana vendía él, su esposa y sus dos jóvenes hijos. A medio año alquilaron un puesto en el mercado para vender el producto al por mayor y menor. A los dos años abrió varias tiendas en todo el país y cada vez más el "vendedor del tiempo", como lo llamaban sus clientes, tenía menos tiempo para compartir con su familia y dormir a sus anchas…
Roxana Hoces Montes
17/08/2016
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