Las dos barras
-¿ómo esta usted, señora?, le dijo la barra de hierro a la oro
-Muy bien ¿y usted, señor? contestó la de oro, pero no se me acerque mucho que me puede salpicar con su óxido; ¿no ve que estoy reluciente?
-Pues si, ya veo que usted sólo alimenta su vanidad y la de los humanos
-Usted lo que tiene es envidia, porque me prefieren a mi en lugar de preferirlo a usted, no ve que soy más importante
-No amiga, usted se equivoca, usted sólo está en la parte aparente del hombre. Sólo para adornarlo, en cambio yo estoy presente en su organismo. No ha escuchado usted hablar de los minerales que el cuerpo humano necesita para vivir en perfecta armonía: el potasio, el sodio, el hierro, pero nunca he escuchado que necesitan el oro para estar saludables. Y eso sin hablar de que soy ampliamente utilizado para la construcción de viviendas, sillas, mesas y otros artefactos domésticos.
-Bueno, pero me dan más valor que a usted porque me cuidan y me mantienen brillante y reluciente.
-Ay señora dorada, usted se volvió a equivocar, a usted no la cuidan para mantener su brillo, su brillo es natural y no necesita ningún cuidado, yo en cambio si necesito cuidados especiales porque si no me oxido. El aire y el agua son mis enemigos y ellos me debilitan, por es necesito de grandes cuidados. Yo soy como el amor, debe cuidarse para evitar que me vaya degradando poco a poco.
”La barra de oro se quedó en silencio comprendiendo que el hierro tenía razón, por eso a veces ha intentado ser como el, para ver si algún día llega a ser tan importante como valiosa. Por eso a veces se ve hasta opaca perdiendo su característico brillo como una manera de rendir homenaje a la barra de hierro que una vez le dio una importante lección de vida”.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
05/03/2010
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