Intentando volver a la armadura
ste es un relato, un relato que me he imaginado así de repente, aunque a veces cuando lo leo detenidamente se me parece tanto a una historia que conozco, que he llegado a pensar que en verdad ocurrió, hasta puedo confesar que a veces creo que lo soñé.
Ella era una joven radiante de felicidad, tan feliz era que nunca se había enamorado, por tal razón nunca había sentido los tormentos y las angustias de tener que vivir amando a un desconocido. Ella vivía su mundo entre familiares y amigos, ajena a todo lo que fuera romanticismo. Ella estaba en un punto neutral entre las confesiones de amor de algunas de sus amigas y su verdad pregonada a gritos, la de no haberse enamorado.
Ella usaba una armadura de hierro, para que los ataques de cupido no pudieran alcanzarla, y en efecto así ocurrió, Cupido nunca pudo dar en el blanco de su joven corazón. De pronto ella veía que el tiempo iba pasando y Cupido había perdido el interés en ella, como si la armadura mental hubiese surtido un efecto a largo plazo, y ya no tenía caso protegerse de Cupido.
Entonces ella decidió librase de aquella armadura y ofrecer al mundo su figura al viento sin nada a que temer y sin necesidad de esconder potenciales sentimientos que ella pensaba que nunca aflorarían a su corazón, y mucho menos sin su consentimiento.
Pero algo extraño ocurrió, la joven, comenzó a sentir sensaciones nuevas y extrañas para ella, parece como si Cupido la hubiese estado acechando para herirla en lo más profundo de su ser, y ella al sentirse indecisa y confundida, al sospechar que algo raro estaba pasando, salió corriendo a internarse de nuevo en su armadura de hierro, pero le fue imposible entrar de nuevo; pues ya un caballero andante se había internado en ella, quien sabe con que intenciones, tal vez para protegerse él también de Cupido, o para que Cupido encontrase a la joven fuera de su antigua armadura y tuvieses entonces la oportunidad de flecharla con su temida flecha del amor.
En ese momento me desperté, y no pude saber en que terminó la historia, por cierto amanecí rígido, casi inmóvil, como si estuviese metido dentro de una armadura de hierro.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
28/04/2010
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