Un cuento con vocabulario explicado
El lápiz sin vida
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u vida había sido exitosa, al menos al principio, cuándo era útil y querido por todos los niños. El lápiz estaba confundido y contrariado, siempre había escuchado decir a los niños, \"Cuando sea grande…\" como una esperanza promisoria que abría el paréntesis de una existencia fructífera; y él irónicamente había sido grande sus primeros días de existencia, y ahora, después de algún tiempo, era pequeño; podría decirse que insignificante, ahora que estaba cansado, maltratado, casi sin vida, era motivo de vergüenza de algunos niños, que lo escondían en lo más oculto de sus bolsos escolares para que nadie lo viera, ni siquiera aceptaban que sospecharan su presencia. Cuándo era grande, y feliz con sus brillantes colores, todos los niños lo lucían con orgullo y podían darlo prestado a cualquier compañero de clases, incluso a la maestra, con la firme convicción que estarían gustosos de tenerlo entre sus manos.
Después, cuando se hizo chico, cuando la lata del borrador había sido aplastada, la goma de borrar misma, estaba sucia y desgastada, cuándo le quedaba poco o nada de aquel amarillo brillante, y con la madera llena de huecos, producto de mordidas que evidenciaban horas de angustia y ansiedad descargadas en su cuerpo, podía fácilmente comprender que ya nadie lo quería. En resumen, ya había cumplido su misión y había sido relegado a un plano inferior, que prácticamente lo descalificaba. Ya no era acariciado por aquellas manos inocentes, ni siquiera lo llevaban a la escuela, y él, sentía en lo más profundo de su negro corazón de grafito que los días felices habían terminado. Ya no era un lápiz, ahora era un taco, sí, sólo un taquito, que sólo algunos atrevidos y urgidos escribientes eran capaces de utilizar.
\"No hay duda, he cumplido mi misión\", se decía para sí mismo, en un acto de conformismo y resignación que lo alentaba a vivir los pocos días que aún le quedaban, mientras su vida poco a poco iba perdiendo matiz. Pero un día el lápiz tuvo un sueño, vio un ángel que le decía: \"Me han contado los niños que cuando escribían contigo, cuando estabas entero, solías producirles incomodidad en sus manos, eras más difícil de manejar y causabas cansancio en sus dedos… Pero a medida que ibas empequeñeciendo, perdiendo vida como tú dices, entonces ellos te sienten con más comodidad, te manejan mejor en sus manos y realizan sus trazos caligráficos con mayor precisión y rapidez, sin fatigarse; en verdad creo que mientras vas perdiendo tamaño, vas recobrando vida en las hojas de los cuadernos de cada niño que escribe…\"
De repente, el lápiz se despertó, cuándo los rayos del sol entraban por la ventana y se reflejaban en la mesa de estudio donde él reposaba su largo sueño, y entonces comprendió, que con mucha o poca vida lo importante era sentirse feliz y querido por aquellos amigos que tuvieron la dicha de conocerlo, algún tiempo atrás… Cuándo era grande.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Glosario:
caligráficos: (adj. Relativos a la caligrafía)
1. f. Arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos. 2. Conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, un documento, etc. ^
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1. Hacer patente la certeza y claridad de una cosa. ^
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1. m. Unión de diversos colores.
2. Cada una de las gradaciones que tiene un color, sentimiento, etc.
3. fig. Rasgo poco perceptible que da a algo un carácter determinado. ^
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promisoria: (promisorio, ria) (De prometer)
1. adj. Que encierra en sí promesa. ^
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