Un cuento con vocabulario explicado
El árbol de caramelos
ay árboles que dan flores y árboles que dan frutos, pero el árbol que aquí les cuento, no daba flores, ni frutos; ¡daba caramelos! Su historia comenzó de una manera extraña, pues nadie sabe desde cuando aquel árbol comenzó a dar caramelos. Se tiene información de que un anciano solitario, en sus incontables horas de ocio compró muchos paquetes de caramelos y los pegó cuidadosamente en las ramas de un árbol que tenía en su casa, para de esa manera sentir la presencia de los niños. Y efectivamente, los niños al regresar de la escuela, se detenían casi automáticamente frente a la casa de aquel ancianito a contemplar aquel extraño árbol cargado de frutos multicolores que pendían de sus ramas. Pero ya no conformes con observarlos comenzaron a idear bajarlos del árbol para comerlos y poder saborear esos frutos brillantes y coloridos que tanto les apetecía.
-Juan toma esta piedra, lánzala en aquel ramillete rojito que esta allá arriba, decía uno de los niños colocando sus cuadernos en el piso, para prepararse a recogerlos una vez que cayeran, pensando en sus adentros: “estos deben ser de fresa”.
-Felipe tú que eres más alto, toma este palo lánzalo en aquellos amarillos que deben ser de piña, esos son mis favoritos, decía José.
-Luís ayúdame con esta rama, y juntos podremos tumbar ese otro ramillete verde que está de este lado, decía Ramón a su vez, mientras también pensando en sus adentros se decía: “estos serán de menta”
Y así, entre tanta algarabía y travesuras de niños, lanzaban piedras, palos y ramas, para derribar los incontables caramelos que finalmente se esparcían por el suelo. El anciano, feliz, contemplaba la escena, escondido detrás de la ventana de su casa, a la vez que planificaba la hora en que saldría nuevamente a comprar más caramelos para surtir de nuevo las ramas del árbol. El estaba feliz porque los niños se comían todos los caramelos: los amarillos, los rojos, los verdes, porque su árbol era un árbol distinto. En los árboles normales, los niños también lanzan piedras, palos y ramas para derribar los frutos, sólo que al intentar derribar los maduros (amarillos y rojos), derriban sin querer los verdes, y esos no se los comen; los dejan esparcidos por el suelo en un deprimente paisaje, dejando triste al árbol con aquellos frutos derribados antes de tiempo e injustamente despreciados y abandonados.
Así fueron pasando los años y los niños seguían haciendo fiestas lanzando palos cada vez que pasaban y veían el árbol surtido de su acaramelada carga de sabores y colores. Entonces esta experiencia dio al ancianito la idea de mantener por muchos años esta tradición aún después de que él muriera, y entonces hizo sin querer uno de los inventos más divertidos en las fiestas infantiles; pues si, el famoso árbol de caramelos se convirtió en la PIÑATA que todos conocemos hoy, y pensar que todo fue gracias a la amabilidad y gentileza de un anciano solitario que quiso endulzar su vida repartiendo dulces a los demás.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
30/05/2009
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Glosario:
1. fig. y fam. Griterío confuso de varias personas que hablan al mismo tiempo. ^
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1. adj. Que deprime (que baja el ánimo hasta quedar uno desganado). ^
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1. f. Amabilidad, cortesía, buenas maneras. ^
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1. m. Estar sin trabajar, relajado y haciendo solo lo que te gusta.
2. Tiempo libre de una persona. ^
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1. f. Especie de olla panzuda.
2. Vasija de barro llena de dulces, que suele colgarse de un lugar alto y los niños participantes, con los ojos vendados, traten de romperla con un palo. ^
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