o desperté de mi sueño, no caminé descalzo ni tampoco encendí las velas aromáticas que perfumaran mi destino. No escurrí la lluvia para quedar la tarde limpia, serena, despejada…ni del viento supe valerme para volar por el cielo de mis ilusiones. Nunca crucé aquél de tantos senderos que asomaban siempre al precipicio.
Creo recordar que jamás fui lo suficientemente sabio en mis lecciones ni tampoco grandes maestros quienes me rodearon. No vi flores en mis pensamientos, ni el color de sus pétalos derritiéndose sobre la tierra. Nunca, tampoco, volví atrás sobre mis pasos para poder desechar que me había perdido.
Jamás pude encontrar la salida de la casa de las mil puertas, y sólo una de ellas me sacaba de la claustrofóbica sala de mis delirios.
Nunca lloré, pues de mis lágrimas secas sólo brota la arena del Desierto del Dolor.
J. Francisco Mielgo
25/01/2011
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