Misteriosas sensaciones
ecordamos demasiado bien nuestros sufrimientos, también los miedos que alguna vez nos han embargado, aquello que, de una u otra forma, a todos nos ha marcado. Viviremos, asimismo, una vida insípida según nos la van dando, pues estamos cansados de luchar en vano, de recorrer caminos que no llegan a ningún lugar y sólo se van cruzando. Hay otras direcciones llenas de huellas que conducen a lugares inhóspitos dentro del subjetivo mundo de nuestro interior, donde siempre alguien o algo se nos ha adelantado, donde todos los logros han sido ya alcanzados y el temor de estar perdidos es lo único que parece acompañarnos. Entonces, envueltos en el áspero lienzo de las decepciones y cuando todo parece que va a desmoronarse, surge el brote verde y azul de una luminosa esperanza, como un sueño nimio y ancestral que comienza acariciándonos para proseguir elevando nuestros cuerpos. Y luego la oscuridad se vuelve luz y esa luz es el aliento que nos mantiene cuerdos, aunque quizás rayando en el trágico confín de la locura. Y ahora reiremos por decir que nos lo imponen aun a expensas de no hallar la gracia de esa algazara… de esa risa infinita que demuestra la fragilidad del ser humano para comprender, para no perderse en la vastedad del universo de la vida… entantas cosas que se nos escapan del control que sólo nos queda el recurso de encomendarnos, tal vez de rezar o sólo seguir soñando.
Yo sé que, pese a la desdicha de algo inalcanzado, siempre estará la otra acera, donde caminan los más desafortunados. ¡Dios mío!… hay tantas mentiras fingidas que quizá no sepamos distinguirlas de la más evidente realidad y todo resulte velado y bien urdido para que lo más coherente resulte lo más ofuscado.
¿Qué se oculta tras la luz que aparece en la negra boca del miedo, donde surge la esperanza cuando todo parece perdido? ¿Es la hermosa orilla ansiada la que se refleja en los grandes ojos de la inmensidad y que sabemos que es posible alcanzar?
A lo mejor es aquello más cierto y real que nos puede pasar, la confianza plena en esa voz, en esa caricia invisible que está en nuestra conciencia y también en la conciencia del universo de la vida y que siempre hemos estado buscando, desde los primeros pasos de nuestra existencia pues, aunque oculta, lejana o cegadora, nos apasiona y luego besa el asustado rostro de nuestro espíritu con el ancestral delirio embriagador de la ilusión. Y luego todo cambia de color… con nuevos matices nunca apreciados hasta ahora, con distinto rumbo para nosotros, y que ya no volvamos a estar perdidos ni caminemos por las grises nubes de los sueños sin sentido; sólo nos dejaremos llevar por ese suave viento, por la dulce voz que todos llevamos dentro para seguir esos pasos olvidados, ese viejo camino que hasta el horizonte se aleja y donde, entre áureos y plateados tonos celestes, un nuevo destino es trazado.
© J. Francisco Mielgo
29/01/2025
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