Un cuento con vocabulario explicado
En Halloween
xiste, en algún lugar, un sitio llamado Halloween. Esto no es una sola ciudad o un pueblo, sino todo un gran territorio donde deambulan los seres fantásticos de la imaginación que las personas han ido creando. Para entrar en ese mundo hay que esperar a la llegada de la noche del 31 de octubre, cuando, de manera mágica y extraordinaria, se abren las puertas que acceden a ese reino de magia y misterio.
Yo entré en ese mundo la última noche de un lejano octubre y sé como se hace, aunque es difícil si la luna no ilumina el cielo; cuanta más luna haya en el firmamento mejor se verá la entrada hacia el mundo de Halloween.
Veréis: Una noche, la luna llena iluminaba todo el campo (un páramo extenso y pelado), su luz era… ¡diferente a otras noches! Parecía poderse tocar y lo inundaba todo como si un gran pintor hubiera creado su obra maestra en el cielo. ¡La luna me hablaba con su luminosidad! Y entonces la vi allí, ¡la puerta hacia otro mundo! Parecía una cascada de agua, de luz, de colores, de susurros…
¡Entra, forastero!, me susurraba la puerta.
No sin abatir el gran temor que padecía, traspasé aquél extraño agujero en el tiempo y en el espacio y entré en un mundo donde siempre era de noche, donde sólo pululaban las sombras y los rarísimos seres que en ellas se amparaban. Sin embargo, no daba miedo, el temor había volado de mi cuerpo: Todo era distinto, curioso e incluso sugería cierto respeto; pero nada daba miedo ni temor de que te fuera a ocurrir algo malo. A pesar de todo lo que se pudiera ver y de con quien pudieras encontrarte, una serenidad magnífica recorría mi cuerpo.
Hoy siento una gran alegría al recordarlo, cuando me encontré nada más entrar al mundo de Halloween, a un simpático muñeco de nieve que, muy dicharachero, se puso a hablar conmigo y al final me regaló un helado de nieve que estaba buenísimo. Creo que se llamaba “Nino, un muñeco de nieve casi divino”, eso decía él. La verdad es que era muy divertido. Luego, más adelante y llegando a una población donde las casas eran enormes calabazas, me topé con un deshollinador llamado Tiznatín. ¡Estaba más negro que el carbón de las cocinas! Su trabajo era limpiar las viejas chimeneas y podía dar un soplido en su mano y levantar una negra polvareda que oscurecía todo alrededor. Me dio muchos abrazos. ¡Y dicen que dan suerte! Pues yo me siento afortunado de haber hallado a Tiznatín en mi camino en Halloween.
Me encontré a otros fantásticos seres esa noche y también otras noches de halloween que volví a entrar a ese mundo; pero creo que eso puedo contarlo más adelante, tengo que hacer memoria para que no se me pase por alto a ninguno, pues todos ellos tienen algo que aportar a quien los encuentre. También me consta que, al igual que yo he entrado en el mundo de Halloween, hay seres de allí que han salido hacia el mundo de los humanos en la noche del 31 de octubre. Por eso cuando veamos a alguien disfrazado en esa noche y nos llame poderosamente la atención, tal vez no sea una persona imitando a un personaje de fábula, sino el personaje en cuestión que ha venido a visitarnos.
Bueno, espero que no se asusten mucho y descubran pronto la entrada hacia el mundo de Halloween. ¡Suerte!
Autor: J. Francisco Mielgo
13/10/2010
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Glosario:
deshollinador: (deshollinador, ra)
1. adj. Que deshollina (limpia el hollín)
2. Utensilio para deshollinar chimeneas.
3. m. y f. Antigua persona que limpiaba el hollín (residuo negro del carbón quemado) de las chimeneas. ^
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dicharachero: (dicharachero, ra)
1. adj. fam. Propenso a prodigar dicharachos.
2. Persona ocurrente, con dichos agudos y oportunos. ^
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1. f. Ficción de la mitología.
2. Algo que no es real y es propio de la invención humana. ^
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1. m. Terreno yermo (no cultivado), raso y desabrigado.
1. fig. Cualquier lugar frío y desamparado. ^
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1. fig. Abundar y moverse en algún lugar personas, animales o cosas. ^
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