Un cuento con vocabulario explicado
El niño de arena
i nombre no importa mucho; lo que verdaderamente sería importante es mi pasión por las esculturas de arena, que es lo que realmente ha dado sentido a mi vida. Traspasar la creatividad que llevo dentro a una escultura frágil y quebradiza de arena, que hoy la ves en todo su esplendor y mañana sólo es un montón indefinido de arena, me da cierta percepción metafórica de la existencia de la vida en todos los seres vivos.
Realmente no sé si soy yo quien ha modelado mis esculturas o es el mar, con su murmullo envolvente, quien va dictando mis pasos y el que va sugiriendo mis ideas, mis aplaudidos logros. No sé si tengo imaginación o es sólo la espuma cremosa y blanca como el alba que golpea contra las paredes de mi mente, volviéndome habilidoso y creativo.
Pero esta cualidad no siempre la he tenido. Hace mucho tiempo sólo era una especie de aprendiz, alguien un poco torpe modelando… hasta que un día surgió de mis manos una escultura (para mí) digna de un gran escultor griego. Se trataba de la imagen de un niño, con la apariencia de unos 12 años, diría yo. Y me había quedado genial, la gente así me lo decía. Modelé la figura del niño al lado de una roca que había en la playa, tal como si estuviese sentado mirando al mar, perdiendo su mirada en el azul horizonte. Era mi primera gran obra, ni sé cómo lo había hecho; pero estaba loco de contento.
Cuando llegó la noche y marché para casa (no sin antes vallar mi obra con una cinta para que nadie la derrumbara por casualidad) casi no pude dormir de la emoción. Sin embargo, lo curioso vendría al día siguiente cuando volví a la sección de la playa donde estaba mi obra y no había nada. Nada, ni tan siquiera un montón de arena insinuando que allí había estado mi construcción. ¿Alguien la habría robado? ¡Imposible! ¿Cómo se podía robar una estatua de arena sin que se desmoronara? Además, dentro del recinto vallado no había una huella que no fueran las mías. Lo único que sé es que estuve a punto de volverme loco y, sin darme apenas cuenta, me iba preparando para volver a hacer de nuevo la estatua. Tenía que intentarlo. Además, si me había salido una vez ¿por qué no podría lograrlo de nuevo?
Estaba allanando el terreno y preparando la base de mi nueva estatua, cuando una sombra llegó hasta mí… y, unido a ella, un niño moreno muy guapo; yo le calculo que rondaría los ¿12 años? Tenía la piel tersa y limpia, con un moreno casi de chocolate, casi azulado.
-Hola, ¿qué haces? –me preguntó.
Lo miré de nuevo fijamente. Me agradaba mucho verlo al pie mío.
-Voy a hacer una escultura de arena –le dije. Creo que voy a hacer un niño como… como…
Y no terminaban de salir mis palabras.
-¿Y por qué no hacemos un dragón?
-¿Un dragón?... Bueno, podría ser una buena idea.
La verdad es que no sé el porqué no le repliqué al chaval. Mejor. Pasamos un día fantástico haciendo la escultura del dragón. Luego me dijo que vivía con unos amigos y que sus padres venían todas las semanas a visitarlo, pero que así era mejor para sus estudios y tal, que tampoco tenía hermanos y que se las arreglaba muy bien un tanto emancipado de sus progenitores. En fin, me contó un rollo que yo entonces creí a pies juntillas.
¿Y por qué no iba a hacerlo? La verdad, todo era muy normal…
¡Y la escultura del dragón nos había quedado de fábula! Ganamos unas buenas monedas que la gente nos dio con satisfacción y que repartimos a partes iguales. ¡Era increíble!, para lo pequeño que era el chico, la maestría que tenía en sus manos… Y eso me lo demostró en lo sucesivo. Pues quedábamos muchos días para trabajar en la playa, haciendo las más variopintas esculturas de arena. También lo pasábamos genial yendo al cine, a merendar al burger, de excursión o donde fuera. Sinceramente, se convirtió para mí en el hijo que nunca tuve. Sí, a mis cuarenta y pico años me había surgido un hijo de… ¡la nada! Le tenía un cariño especial, como si hubiera estado toda la vida a mi lado, igual que si hubiera sido mi hijo biológico. No sé, ahora pienso que nunca he querido a nadie como a este chico. Sin embargo, había algo raro en él. Siempre, al caer el día, se marchaba, argumentando cualquier cosa, cualquier pretexto, como si un asunto perentorio lo arrebatara de mi lado. Al día siguiente volvía a aparecer como si nada y todo volvía a ser normal hasta, claro está, la llegada de la noche. Un día, viendo que había puesto demasiada curiosidad en sus extrañas partidas, me dijo que no fuera por ese camino, que no intentara indagar lo que hacía o lo que no hacía cuando se marchaba de mi lado, y que si una noche cometía la locura de seguirle me arrepentiría de ello. Me dejaron de piedra aquellas palabras, pero eran bien ciertas.
Ahora que lo pienso por enésima vez, no debería haber hecho caso omiso de aquella advertencia, pues más que por amenaza había sido expuesta por precaución, como si a él le pudiera también perjudicar el hecho de que hiciera esa especie de locura e indagara en su misteriosa vida nocturna. Sin embargo, ya se sabe que es innato en el ser humano que cuando nos prohíben una cosa, ésta no para de roernos las entrañas hasta que satisfacemos su curiosidad.
¡Eso fue lo que me pasó a mí! Una noche le seguí a hurtadillas, sin que se enterara… o eso creo. No lo sé. Sólo sé que caminé detrás de él un buen trecho desde el centro de la ciudad hasta la orilla del mar. Allí estuve un buen rato, parapetado tras unas rocas, viendo a aquel chico, primero cómo observaba el agua y descalzaba sus pies para caminar por la orilla, y después cómo se adentró mar adentro y desapareció.
Una garra helada recorrió mi espalda, arañando con escalofríos la columna vertebral que parecía quebrárseme. Primero quedé unos segundos paralizado, quizá esperando a que el muchacho saliera de sopetón del agua, como en una zambullida sin trascendencia. Pero no… Salí corriendo y me tiré al agua y nadé hacia todas partes, me sumergí una y otra vez, grité su nombre unas mil veces; pero nada. Había desaparecido, se lo había llevado el mar o tal vez se quiso ir él con las olas, con su espuma blanca como el alba. Se marchó con el mar y sus misterios, con sus rumores y narraciones que siempre se contarán.
Yo no sé qué pasó después, pero la consciencia regresó a mí cuando iba caminando por la playa, dando tumbos como un borracho empedernido. De pronto llegué a un lugar que me era familiar: Allí estaba la roca donde había construido la escultura del niño de arena. Y allí estaba la estatua… un poco deteriorada por el paso del tiempo; pero se apreciaban claramente los bellos rasgos, la tersura morena de su piel y la bondad de su expresión. ¡Era increíble, no había desaparecido…! Estaba tal cual yo la había construido con todo el mimo aquella tarde. Quizá siempre había estado en el mismo lugar, aunque creo que no, creo que ahora estaba allí porque había regresado de nuevo. Entre lágrimas, mis ojos miraron al mar:
“¡Adiós, hijo mío!, ¡mi niño de arena! Perdona por no haber confiado en ti. Esa desconfianza la arrastraré sobre mi cuerpo como una pesada cruz el resto de mi vida. Gracias por haberte conocido y por haber venido a mí.”, con este pensamiento me arrodillé ante la escultura del niño de arena y lloré todo cuanto tenía que llorar hasta casi llegado el alba, que era blanca y plateada como la lengua espumosa e inquieta del mar.
Hoy, ya en mi vejez, rememoro con total nitidez aquellos acontecimientos que marcaron mi vida. Hace ya unos años que no modelo esculturas de arena, pues con la edad ya no soy capaz de hacerlo; pero todos los días voy al mar y miro al horizonte, donde sé con seguridad que el niño de arena esta mirando a la orilla, donde yo estoy. Es una conjunción de miradas, de pensamientos, quizá de algún reproche, pero sobre todo de amor.
Autor: J. Francisco Mielgo
05/04/2009
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Glosario:
1. f. Junta, unión de una cosa con otra. ^
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1. tr. Deshacer, derrumbar una construcción. ^
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1. tr. Libertar de la patria potestad o de la tutela de alguien (padres, tíos, etc.).
2. Librarse de cualquier dependencia. ^
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1. adj. Se dice del número indeterminado de veces que se repite una cosa. ^
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1. adj. Que tiene habilidad (destreza y capacidad para hacer ciertas cosas). ^
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1. Se dice del hijo que es parte de uno, que ha nacido por su mediación o intervención, lo contrario del hijo adoptado. ^
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1. loc. adv. Furtiva y sigilosamente, sin que nadie lo note. ^
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1. tr. Intentar averiguar algo, discurriendo o con preguntas.
1. Hurgar, investigar. ^
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1. adj. Perteneciente o relativo a la metáfora (trasladar el sentido normal de las palabras por otro figurado. ejem: "estás en la primavera de la vida" en vez de decir eres joven. ^
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1. adj. Resguardado en parapeto (terraplén u otra pared o saliente en el terreno que sirve para resguadarse de alguien o algo). ^
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1. adj. Último plazo que se concede para cualquier asunto
2. Urgente, apremiante. ^
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1. adj. Fácil de quebrarse o romperse. ^
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1. tr. Recordar, traer a la memoria. ^
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1. loc. adv. Inesperadamente, de improviso. ^
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1. adj. Claro, limpio y resplandeciente.
2. Liso, sin arrugas. ^
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1. adj. Que ofrece diversidad de colores o de aspecto.
2. Multiforme, mezclado, diverso. ^
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