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Un cuento con vocabulario explicado  glosario 

 

 

 

 

 

El muñeco de nieve 

 

 

 

   yaa cayó la última hoja del árbol y llegaron después los blancos copos de nieve, llenando la calle por la que camino a diario como si fuera un maravilloso césped de algodón; crujiente, blanquísimo y mágico. Todo está cubierto; los tejados a rebosar; los árboles parecen irreales entre el verde y el blanco; el cielo de un gris cernada que parece proyectar sobre la tierra la sensación de no existir nada más que el paisaje hasta donde la vista alcanza. Sin embargo, en el aire flotan todas las sensaciones. Es el olor de la Navidad, mágicos deseos que brillan como una estrella colgados en forma de guirnaldas.

   Me pongo a caminar hollando el blanco y crujiente camino, respirando con avidez el entrañable olor de la nieve o de su paisaje nevado. Luego parece que llego a un bosque, pero es desconocido hasta donde la vista alcanza. Me pierdo entre sus árboles, y hablo con un muñeco de nieve que se ríe de mí por lo torpe que camino por el terreno nevado.

   -No sé si me creerás, porque no solemos movernos ni hablar y siempre terminamos derritiéndonos en un mero montón de nieve; pero te diré que por fin has logrado entrar en el espíritu de la Navidad que siempre habías estado buscando por sus confines sin encontrar nunca la entrada.

   -Ya lo sé. Las personas somos así, solemos dar muchas vueltas hasta que logramos –muchas de las veces por una serie de coincidencias- dar con la clave de la solución. Lo maravilloso es lograrlo porque, aunque sea coincidencial, esa coincidencia la hemos desarrollado nosotros con nuestra búsqueda.

   -Sí, es así… Y ahora ven y conviértete en muñeco de nieve, que yo me convertiré en humano. Luego sabrás lo que es ser una parte integrante y real de la Navidad.

   Me sorprendió su propuesta, pero jamás me arrepentiré de haberla aceptado. Sí. Fui muñeco de nieve modelado por unos niños, que con su ilusión y la maestría de sus manos, nací una tarde fría y gris. Y me vistieron con una bufanda y con sombrero, me pusieron botones y dos ojos grandes y negros. Y los chiquillos, orgullosos de su obra, primero me contemplaron y luego jugaron a mí alrededor. Cuando me quedé solo la  nieve me confortaba y me iba abrazando con su frío manto. Un pájaro vino a posarse en mí y me hablaba muy contento y cantarín.

   ¡Dios mío! ¡Y pensar que siempre había creído que un muñeco de nieve era un simple montón de nieve…!

   El cielo encapotado de la noche recogió su cortina gris y luego asomaron las estrellas, que refulgieron su luz en mí. Y brillaba como otra pequeña estrellita en cada copo de nieve de mi cuerpo.

   Pero luego llegó el día y salió el sol, un sol que comenzó a calentar muchísimo, demasiado para una víspera de tanto frío. Y yo comencé a derretirme y a cada minuto que pasaba un miedo atroz se iba adueñando de mí.

   ¡Me estaba deshaciendo! O, dicho de otro modo, ¡me estaba muriendo!

   Y el sol cada vez calentaba más.

   Cuando vinieron los chicos a ver el muñeco de nieve que habían creado la tarde anterior, quedaron pasmados al contemplar que sólo era un pequeño montón de nieve deshecha. “¡Es una pena!”, dijeron. Y luego se fueron todos menos uno, que se quedó contemplándome.

   -Yo sé que aún  no te has ido –me dijo.

   Y recogió del suelo un pequeño montón de nieve que se llevó consigo. Todos los demás niños se rieron de él cuando les dijo que el muñeco de nieve aún  no había muerto, que seguía vivo en aquel montoncito de nieve. Era como si en lo profundo de su mente un pensamiento le dijera que tenía cierto vínculo con aquel muñeco de nieve que habían creado. Debería conservarlo y volver a construirlo cuando volviera la nieve.

   Y así lo hizo. Y por eso sigo vivo y formando parte de la Navidad y de su espíritu entrañable y mágico. Y ahora también sabemos todos que cualquier cosa por inanimada que parezca tiene su continuidad en el Universo, en la Navidad en este caso y, por supuesto, en la ilusión de nuestros corazones.

 

 

 

 

 

Autor: J. Francisco Mielgo

29/11/2009

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Lecturas: 4977

 

 

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Glosario: 

 

avidez: (de ávido)

1. f. Ansia, desmesura, codicia. ^

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entrañable:

1. adj. Íntimo, afectuoso, que se echa de menos. ^

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guirnaldas: (guirnalda)

1. f. Corona abierta tejida de flores, hojas o ramas que se coloca en la cabeza o en algún lugar como adorno. ^

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hollando: (hollar)

1. Pisotear, comprimir algo con los pies. ^

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integrante:

1.p. a. de integrar. Que integra.

2. Se dice de las partes que se unen para hacer un todo o algo mayor. ^

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refulgieron: (refulgir)

1. intr. Resplandecer, brillar, emitir fulgor. ^

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vínculo:

1. m. Unión o atadura de una persona o cosa con otra (Ú. m. en sent. fig.). ^

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víspera:

1. f. Día que antecede a otro determinado. ^

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