Delirante pasado
ay un gran abismo, un gran silencio, una escalera que sube o quizás baja, muchas luces encendidas que alguien va y apaga, noches frías y húmedas y un gato que aúlla y después se marcha; hay también un susurro que trepa por todas partes y unos ojos brillantes que nos observan. Rondan oscuras presencias y acaso un reloj que no cesa de dar las horas. Lo lejano está latente a nuestro lado, como si tal vez abrazáramos a un desconocido. Y ese olor a tierra mojada… ¿o tal vez huela a hierba quemada? Y mil nubes arreboladas aplastando el horizonte con aquéllas altas montañas que también vemos de lejos. Una dorada espiga en la mano agrietada y el sol que besa los verdes campos; el agua que viene, suaviza y riega y que también bebe el sediento. Sí, tal vez sea un olor a tierra mojada, con delirantes torrentes serpenteantes que nos recorre la columna vertebral; de árboles verdes y mojados y pájaros en aquellas ventanas que quizás nos están mirando. Vuelan también unos indicios de frescura al llegar la primavera. Unas pisadas que nos persiguen y otras que van marchando. Hay que mirar muy bien a los lados, a través de ese velo encendido que consume los tiempos. Quizás el viejo reloj ya dejó de sonar o las estrellas no nos regalen más los guiños de su brillo, el amor repose en un frasco en lo oscuro de un vetusto arcón y ni siquiera los perros ladren, barruntando mi presencia. Ahora ya sé que todo se ha extendido, que nada se puede comprimir y las malas hierbas han crecido. Probablemente el gran abismo vuelva a abrirse y el silencio de nuevo regrese. Ahora sí veo esa gran escalera que baja o que tal vez acabe subiendo.
* No sabemos nada del ayer, que se esfumó como el humo; desapareció para dejar paso al hoy, que lo tenemos colgado en nuestra frente y que intenta decirnos que mañana seguirá estando aquí, a nuestro lado, ya que sólo somos capaces de vivir en presente. Y sin embargo, sólo tenemos recuerdos, estamos hechos de todo aquello que hemos vivido en un pasado más o menos lejano. No obstante, y a pesar de que sólo vivimos el presente y que nuestra mente vaga por los recuerdos de los que estamos formados, nuestro deseo sigue siendo vivir en el futuro, en ese mañana incierto pero esperado, venturoso pero soñado. Allí estaremos, en ese futuro que, por supuesto, será presente para después formar parte del pasado, sólo pasado… todo en olvido…
Llegará el día en que vivamos en pasado, o mejor dicho: el pasado será la única vida, la única existencia. Sólo pasado, lejano, oscuro, quizás vislumbrado, pero pasado al fin y al cabo. Y en eones de existencia sólo habrá pasado; la confusa realidad de ese ayer lejano que nadie sabe dónde deambulará, pero que nos encierra a todos en alguna parte del Universo para quizás devolvernos… ¿dónde…? ¿Tal vez en un futuro más o menos lejano para que todo vuelva a ocurrir de nuevo? Sí, tal vez, y como sólo podemos vivir en presente, viajemos envueltos por esa niebla intemporal y a través del evo del tiempo hasta que el azar cósmico o quizás una planificación esmeradísima en el Universo nos devuelva a nuestro ansiado futuro para volver a nuestra metódica existencia presente y poder recordar con ahínco nuestro reconfortante pasado vivido.
J. Francisco Mielgo
23/04/2024
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