Estamos hechos de noble madera
y crece la hiedra en nosotros.
Somos los hijos de la buena tierra,
las esculturas talladas por la naturaleza.
Bebemos del agua que corre
y de la que se mantiene quieta.
Dibujamos en el cielo la verde alegría
y de dulce encanto llenamos la vida.
Aun así no tenemos alma,
eso es lo que afirma la gente.
Somos duros como piedras
y viejos de piel arrugada.
Lo peor de todo viene ahora,
que no tenemos pies para huir,
que no podemos ni queremos marchar
de la infame mano que nos viene a quemar.
Y ya somos ceniza transparente
que volamos a nuestra cuna ancestral.
Seremos tierra nuevamente
y un poco de viento, que nos llevará a otro lugar.
J. Francisco Mielgo 10/03/2004
10/07/2024
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