El huso, la lanzadera y la aguja
na joven se quedó huérfana a poco de nacer, y su madrina, que vivía sola en una cabaña al extremo de la aldea, sin más recursos que su lanzadera, su aguja y su huso, se la llevó consigo, le enseñó a trabajar y la educó en la santa piedad y temor de Dios. Cuando llegó la niña a los quince años, cayó enferma su madrina, y llamándola cerca de su lecho, le dijo:
Corre huso, corre, a todo correr,
mira que es mi esposo y debe volver.Mas he aquí que el huso se escapó de repente de sus manos y salió fuera del cuarto; la joven se le quedó mirando, no sin asombro, y lo vio correr a través de los campos, dejando detrás de sí un hilo de oro. Al poco tiempo estaba ya muy lejos y no podía distinguirlo. No teniendo huso, cogió la lanzadera y se puso a tejer.
El huso continuó corriendo, y cuando se le acabó el hilo, ya se había reunido con el príncipe. -¿Qué es esto? -exclamó el príncipe- este huso quiere llevarme a alguna parte. Y volvió su caballo, siguiendo al galope el hilo de oro. La joven continuaba trabajando y cantando:Corre, lanzadera, corre tras de él,
tráeme a mi esposo, pronto tráemele.Enseguida se escapó de sus manos la lanzadera, dirigiéndose a la puerta; pero al salir del umbral comenzó a tejer, comenzó a tejer el tapiz más hermoso que nunca se ha visto; por ambos lados le adornaban guirnaldas de rosas y de lirios, y en el centro se veían pámpanos verdes sobre un fondo de oro; entre el follaje se distinguían liebres y conejos, y pasaban la cabeza, a través de las ramas, ciervos y corzos; en otras partes tenía pájaros de mil colores, a los que no faltaba más que cantar. La lanzadera continuaba corriendo, y la obra adelantaba a las mil maravillas.
Corre, aguja, corre, a todo correr,
prepáralo todo, que ya va a volver.La aguja, escapándose de sus dedos, echó a correr por el cuarto con la rapidez del relámpago, pareciendo que tenía a sus órdenes espíritus invisibles, pues la mesa y los bancos se cubrían con tapetes verdes, las sillas se vestían de terciopelo y las paredes de una colgadura de seda.
Apenas había dado la aguja su última puntada, cuando la joven vio pasar por delante de la ventana la pluma blanca del sombrero del príncipe, a quien había traído el hilo de oro; entró en la cabaña pasando por encima del tapiz y en el cuarto donde vio a la joven, vestida como antes, con su pobre traje; pero hilando, sin embargo, en medio de este lujo improvisado, como una rosa en una zarza. -Tú eres la más pobre y la más rica, exclamó; ven, tú serás mi esposa. Ella le presentó la mano sin contestarle, él se la besó, y haciéndola subir en su caballo, la llevó a la corte, donde se celebraron sus bodas con grande alegría. El huso, la lanzadera y la aguja se conservaron con el mayor cuidado en el tesoro real.
Wilhelm y Jacob Grimm
Aquí podrás volver a leer los cuentos que de pequeños nos contaban y que nos hacían soñar con la magia de sus páginas. Y si nunca te los contaron, ahora tienes la oportunidad de leerlos para ya nunca olvidarlos. En reconocimiento a la labor realizada de sus autores, éstos son los bellos cuentos de los grandes clásicos del pasado
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