Rima XVIII
atigada del baile,
Entre la leve gasa
que levanta el palpitante seno una flor se mecía en compasado y dulce movimiento.Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro, tal vez allí dormía al soplo de sus labios entreabiertos.¡Oh! ¿Quién así -pensaba-
dejar pudiera deslizarse el tiempo? ¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!
Gustavo Adolfo Bécquer
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