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Un cuento con vocabulario explicado  glosario 

 

 

 

La rana amarilla 

 

 

 

🐸

  eraserase una vez una rana amarilla que vivía a orillas de un estanque, un precioso y apacible estanque en el que bullía la vida como si fuera un gran tapiz de múltiples colores en el que brillaba la luz del sol y, con ello, reverdecía con sus perlados resoles y donde, al llegar la noche, se asomaban las estrellas hasta sus mansas aguas y solían bailar un ligero vals si acaso algún animalillo movía y ondulaba sus aguas. Pues como decía, la ranita amarilla les había comentado a los animales del estanque que ella tenía esos colores, a razón de la pregunta del porqué era amarilla, porque se los había dado el sol en la primavera de su vida.

    -¿El sol…? –había preguntado estupefacto un sapo grande y rechoncho que estaba allí.

   -¡Sí; el sol! ¿Por qué te crees que soy amarilla, sapo tonto? –había contestado la ranita.

   -¿Pero cómo pudo ser eso…? –inquirió un cuervo negro desde lo alto de un árbol.

   La rana iba a contestar al cuervo, pero alguien se le adelantó, concretamente un abejaruco de ricos colores, diciendo:

   -Yo tengo estos colores porque se los robé al arco iris un día de tormenta; ¡a ver qué os creéis!

   Y todos los animales del estanque rieron la gracia que les había hecho el pájaro. Pero la ranita, amarilla como el limón, sabía que eso era cierto y que el sol, en un alarde de simpatía y bondad, le había otorgado su llamativo color por algún motivo que aún no acertaba a comprender.

   Pasado un tiempo de estos hechos, los animales del estanque creían que la rana simplemente era una bromista o que alguien le había sugerido tan peregrina idea y ella se lo había creído. Sin embargo, cierto día, el estanque estaba envuelto en sombras porque el cielo amaneció gris y gris siguió durante los días venideros. Cada amanecer, el cielo estaba más oscuro y, más que gris, parecía negro como un oscuro e inquietante agujero. Los animales estaban inquietos y murmuraban los unos con los otros, pero nadie decía nada en claro. Las noches eran incluso más negras de lo que jamás habían sido, pues ya no asomaban las estrellas en el cielo y daba pena alzar la vista arriba.

   Inquietos y alborotados, los animales del estanque instaron a su moderador, que era un búho que vivía en una vieja acacia, a que los reuniera a todos y hablara sobre lo que estaba ocurriendo:

   -Amigos, os he reunido a todos en torno al estanque porque algo extraño e inquietante está ocurriendo aquí. Nadie sabe qué es este raro fenómeno que ha envuelto el cielo en la más terrible oscuridad…

   -Sí. ¡Y los animales tienen mucho miedo! –sentenció un pato, visiblemente preocupado.

   -La cigüeña Pelerín ha volado lejos y nos ha dicho que todo el cielo que ha visto está negro y amenazador; ha sentido un escalofrío desagradable y angustioso y ha regresado muy asustada –observó la señora comadreja.

   Y un clamor nervioso, un murmullo interminable, un runrún de incoherentes sonidos se apoderó del la orilla del estanque en el que ya no lucían los colores ni la alegría se vestía con sus lindezas embriagadoras. Todo era oscuro, apagado, y ya no había motivación de ningún tipo.

   -Amigos, creéis en la popular sabiduría de los búhos, pero yo no conozco la respuesta a este enigma y no puedo daros una solución; ¡me siento inútil y tan pequeño que creo que voy a agachar la cabeza y a no levantarla durante mucho tiempo!

   El desconcierto y la desesperación se habían apoderado de los animales, que veían cómo su situación era más preocupante cada nuevo día que el sol continuaba sin regresar. Era todo como una pesadilla de la que no despiertas y, si lo haces, aún crees que estás inmersa en ella. Hasta los árboles cuchicheaban inquietantes chasquidos en sus troncos, como si fueran a arrancar sus raíces y largarse corriendo de aquél extraño lugar.

   En la enésima reunión de los animales del estanque para hallar una solución que, una y otra vez  no se producía, la rana amarilla habló en estos términos:

   -Amigos animales, he estado pensando en el problema que ha envuelto y oscurecido nuestro cielo, en ese problema que todos tememos y asusta y, creo que yo puedo hacer algo al respecto.

   Todo el mundo la miró, pero nadie hizo ademán de nada, como si simplemente hubiera suspirado en un tono alto y hubiera hecho ruido con ello, nada más. Una ranita tan pequeña, que apenas abultaba lo que una pata de un ánsar… ¡Qué podía hacer ella!

   Y, como nadie respondía, continuó hablando:

   -Creo que el sol me dio este color para algo más que para vestirme –e hizo una pausa para escuchar de nuevo el silencio del enmudecido estanque -: Mañana, nada más amanecer, me someteré a mi destino.

   Los moradores del estanque continuaban atónitos y petrificados, nadie sugería nada; nadie reprochaba nada. Era como si no hablaran el mismo idioma y, ni tácitamente, lograban entenderse.

   Al poco de aquello todos los animales se fueron para sus escondrijos, y lo hacían como si no entendieran nada de lo que había pasado. Quizá ya hubieran marchado antes para sus aposentos y estuvieran dormidos y soñolientos y, en los sueños, todo se lía y se confunde, hasta los mejores deseos quedan esparcidos por lejanos horizontes a los que es imposible llegar.

   Pero el amanecer del día siguiente llegó y, con él, un rayo de sol desgarró la oscuridad de las ominosas nubes y acarició el agua del estanque, despertándolo de su letargo. Y todos los animales salieron de sus escondites y, contentos y extrañados, vieron aquel rayo de luz amarilla que flotaba sobre el estanque y lo embebía de vida mientras coloreaba el entorno con ricos matices y agradables sensaciones. Al poco de aquello, las negras nubes se disiparon y apareció un cielo tan azul que embobaba a todos los animalitos de aquel lugar. Ahora volvía la belleza al estanque azul, ahora volvía la normalidad…

   Pero alguien reparó en aquellas lejanas, casi inaudibles palabras que, la noche anterior, una ranita amarilla había pronunciado: “Creo que el sol me dio este color para algo más que para vestirme”. ¿Qué había pasado? ¿Tenía algo que ver con lo sucedido la pobre ranita amarilla del estanque?

   -Preguntémosle. Seguro que estará contenta de decirnos lo que sea –vocearon algunos de los animales.

   Pero la rana, la pequeña e insignificante ranita de colores amarillos ya no estaba en el estanque, pues no la encontraron por ningún sitio. Al poco de esto todos comenzaron a encontrarse mal: la conciencia les recriminaba la actitud que habían tenido con la pequeña ranita. Avergonzados, bajaron la mirada al suelo y entonces supieron que ya no la verían más.

   Y el búho, el gran árbitro de aquél variopinto equipo de animales, expresó lo que ya todos pensaban:

   -Amiga ranita de color amarillo, ahora sabemos que tú has sido la más valiente de todos nosotros y que has dado tu luz y tu color, puros y espontáneos, para que volviera la vida y los colores al cielo del estanque de los animales. Perdona nuestras burlas y nuestra incredulidad, nuestro desprecio y nuestra indiferencia; pero ahora sabemos que el Sol te otorgó sus colores, te prestó su luz para que hicieras con ellos lo que quisieras. Y los utilizaste del mejor modo que pudiste: ¡Salvándonos a todos de la oscuridad que anidaba en nuestras almas!

 

   Desde aquél lejano día en que volvió la alegría, la luz y la belleza al estanque de los animales, estos han vivido sin la compañía de su ranita amarilla. Pero hay quien asegura que, algunas veces, en uno de esos instantes en que la incredulidad da paso a la certeza, se la ha visto. Sólo ha sido un momento, como un fugaz rayo de luz que aparece y se esfuma. Y luego queda su brillo, su recuerdo y su bonito color amarillo.

 

 

 

 

Autor: J. Francisco Mielgo

05/05/2012

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Glosario: 

 

alarde:

1. m. Ostentación y gala que se hace de alguna cosa. ^

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ánsar:

1. m. Ave palmípeda, de unos 90 cms. de largo. Ganso bravo o salvaje. ^

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enésima: (enésimo, ma)

1. adj. Dícese del número indeterminado de veces que se repite una cosa. ^

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ominosas: (ominoso, sa)

1. adj. Azaroso, de mal agüero, abominable, espantoso. ^

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peregrina: (peregrino, na)

1. Persona que por devoción o por voto va a visitar un santuario. 2. fig. Extraño, especial, raro o pocas veces visto. ^

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recriminaba: (recriminar)

1. tr. Reprender, censurar a una persona su comportamiento. ^

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resoles: (resol)

1. m. Reverberación del sol. 2. Luz y calor provocados en un sitio por la reverberación del sol. ^

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runrún:

1. m. Zumbido, ruido o sonido continuado y bronco. 2. Ruido confuso de voces. ^

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