El reloj del tiempo

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El reloj del tiempo

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somos omos un tanto pretenciosos cuando nos parece que con tener un reloj dominamos el tiempo; pero nada más lejos de la realidad. Él es quien realmente nos da el principio en la vida y quien nos conduce hasta el final de nuestros días. Vamos navegando en el océano de la vida en la dirección que marcan las aguas del tiempo, siempre contracorriente, haciendo esto porque sí o yendo hacia el lugar que no teníamos intención de visitar, pero que vamos porque, al final, tenemos que ir El tiempo no se detiene un instante, siempre está en movimiento, en continuo latido, como un corazón sin el que se pararía todo. Nunca duerme ni descansa y es imperecedero, pues en cualquier lugar y en cualquier momento el tiempo va marcando todos los acontecimientos. Si pudiéramos atrapar su movimiento, enfrascar los días y los años para luego usarlos a voluntad… Si pudiéramos confiar en él para que nos llevase hasta el momento oportuno, hasta el día bienaventurado, y no hasta los momentos amargos que suelen acaecer en la vida, podría decirse que, de alguna manera, éramos dominadores del tiempo. En cambio somos como las manecillas de un simple reloj en la esfera del tiempo universal; mientras que seguimos dando vueltas hasta que la maquinaria se oxide y dejemos de girar. Sí, somos como fútiles hojas del otoño en el regazo de un viento caprichoso que va en continuo vaivén, y vamos a lomos del tiempo hacia no un lugar, sino un día en que nos fusionemos con él, volviéndonos, asimismo, tiempo en ese gran reloj… tiempo y eternidad.